Educación demorática, crítica, científica y popular


jueves, 1 de octubre de 2015

Por Rogelio Gracía

EL PAPA FRANCISCO ¿REVOLUCIONARIO?



(Por Tabaqui) Sí, —escuché decir a alguien — hasta ganas de hacerme católico dan, ¿o no?

Desde que subió al “Trono de San Pedro” el 13 de marzo de 2013 sus declaraciones y posturas sobre los problemas del mundo y los que tienen que ver con la iglesia católica han causado revuelo entre católicos y ateos.

Sus palabras resuenan en todo el mundo. Encarna los principios de humildad y piedad, evitando las excentricidades de sus antecesores. Un jueves Santo lavó los pies de unos prisioneros, entre ellos una mujer musulmana. En Roma pidió a los revolucionarios que abandonaran las comodidades de su hogar y corrieran la voz en las calles. Ha buscado crear que converjan católicos y ateos. Cuando le preguntaron sobre los sacerdotes gay, respondió: “¿quién soy yo para juzgar?” Recientemente, su papel diplomático para que se diera el acercamiento entre Cuba y 
Estados Unidos de Norteamérica, que no es una situación insignificante para la marcha del mundo.

Y últimamente, su aclamado discurso en Bolivia en el encuentro con movimientos populares, donde mencionó: primero, reconocer que la humanidad necesita un cambio; segundo, que los movimientos sociales son los sembradores del cambio. Para hacer ese cambio propuso “tres grandes tareas”: 1. Poner la economía al servicio de los pueblos. Además denunció que ni la naturaleza ni los seres humanos deben estar al servicio del dinero (Bravo). 2. “Unir a nuestros pueblos en el camino de la paz y la justicia. 3. Defender a la madre tierra, se refiere a la defensa para evitar el agotamiento de los recursos naturales. Casi para terminar su discurso dijo lo siguiente: “el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y élites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos: en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio” (otro ¡Bravo!). Y por último, por último, dijo: “les pido que recen por mí. Y si alguno de ustedes no sabe rezar, con todo respeto, les pido que me piense bien y me mande buena onda.” Olé. ¡Qué sensato! Sí, dan ganas hasta de hacerse católico. 
Pero… momento amigo lector (si me ha seguido hasta aquí), 
momento.

Yo aplaudo tan acertado discurso. Crítica muy sensata durante los tiempos turbulentos actuales, donde la lucha entre el capitalismo y un mundo más justo se agudiza. Correcto. Además, para no ser injustos, sí, es momento que la Iglesia Católica se ponga a hacer el papel revolucionario con que nació la religión de Cristo: defender a los menesterosos. Es aplaudible y sensato. 
Pero hay cuestiones de fondo que nos dan legitimidad al momento de poner en duda todo lo “revolucionario” que puede tener el discurso del Papa Francisco.

Para empezar: la religión de Cristo nació como un movimiento revolucionario que sirvió para dar un cambio importante dentro del Imperio Romano; para ayudar a acabar con las calamidades del esclavismo. Y ya con la legalización de la religión cristiana en el 313 por Constantino I, pasó a ser un instrumento más del 
Estado para apaciguar las ansias de rebelión de los oprimidos. 
Por eso fue que el Imperio Romano de Occidente fue destruido por bárbaros, a la cabeza de ellos Odoacro, en el 476, pero no fueron los oprimidos del Imperio Romano los que dieron el golpe decisivo.

Durante la Edad Media la Iglesia Católica, ya con una cantidad numerosa de fieles en Europa y posteriormente en América, se estableció como un medio por el cual se adiestraba a las personas a pensar y actuar de un modo que favorecía a los intereses de las clases dominantes; los reyes y los señores feudales. Llegando a extremos, ya conocidos, que los reyes eran designados por la mano de Dios, y por tanto, directamente de los Papas y la Iglesia Católica. Así, durante la Edad Media la que gobernó el mundo occidental de facto fue la Iglesia. Es necesario recordar que durante este periodo se realizaron las famosas “cruzadas” para recuperar la Tierra Santa, pero que en realidad tenía otros fines: uno, la conversión de los paganos a la fe de Cristo mediante el uso de la violencia. Dos, el saqueo de las riquezas y la conquista de territorios para la Iglesia y los Estados Absolutistas. Además, durante ese tiempo (la Edad Media) fue en donde la humanidad no tuvo avances en el desarrollo de la ciencia y el conocimiento en general, opacando por diez siglos, la gloriosa producción de conocimiento que se generó con los griegos y los romanos.

Y ya para la Edad Moderna (1789), la Iglesia Católica, a pesar de los intentos de las Revoluciones Burguesas por mandarla el cesto de la basura histórica (la más radical, la Revolución Francesa), ha sabido como adecuarse a las épocas de cambio; alineándose a las nuevas formas de la clase en el poder. Otra vez, vuelve a ponerse al servicio del nuevo Estado constituido para servir de instrumento de dominación; gobierna junto con los nuevos poderes burgueses constituidos.

Habría un tratado por delante sobre el tema, pero vamos a lo que nos corresponde para la ocasión.

Primero: la Iglesia Católica a lo largo de su historia ha tenido una visión totalizadora de su fe. Significa que la defiende como la única y verdadera en el mundo entero. Justifica así su papel de la “única religión verdadera” y eso “le da derecho” para convertir a los ateos y errados, utilizando todos los medios posibles, incluso la violencia (por ejemplo, las cruzadas o la conversión en América durante la colonia). Esta visión totalizadora no está alejada de las prácticas fascistas, nazistas o franquistas, incluso, se sabe bien, todas estas prácticas fueron apoyadas por la Iglesia Católica.

Segundo: la Iglesia Católica, el Estado del Vaticano, a la cabeza el Papa; hace política en el mundo. Y es, quizá, sin exagerar, el poder más grande que se ha constituido jamás en el mundo. ¿Por qué? Porque tiene influencia sobre 1254 millones de fieles en el mundo. Porque aunque el Estado del Vaticano tiene un territorio pequeño e independiente en Italia, tiene representaciones, como embajadores, en la gran mayoría de los países de la tierra, para defender sus intereses de dominación en el campo económico, político e ideológico. Porque es una entidad que concentra un gran poder económico en el mundo. Porque tiene una influencia ideológica tremenda; ayuda a las clases dominantes a mantener a los oprimidos en sumisión. ¿Cómo? Prometiendo regalos y recompensas en el cielo si llevan una vida miserable y de sumisión en la tierra. Con estos instrumentos en su poder, hace política ¿para qué? Para mantener el número de fieles y convertir a los incrédulos y errados, y poder así seguir sirviendo a las clases en el poder a mantener el dominio.

Tercero y último: entonces ¿se nos olvida tan pronto que la Iglesia Católica ha representado atraso y calamidad para la humanidad? ¿Es de sorprenderse que el Papa Francisco navegué tan bien en la tempestad de los tiempos que corren? ¿Verdaderamente el Papa Francisco reivindicará el papel revolucionario, de los tiempos de la génesis de la religión cristiana, o sea, defender a los menesterosos?

Creo que a la humanidad, no toda, pero buena parte de ella, cree aun en la fe de la Iglesia Católica para salir de su desgracia, y la ve como una alternativa a pesar de todo. No se debe reprochar, se debe educar. Porque dos milenios de enseñanza católica a sangre y fuego, no se borran con artículos, ni decretos, y mucho menos con la violencia; se hace con educación, mucha educación.

Analizado ya el papel histórico que ha desempeñado la Iglesia, no sorprende, ni tiene nada de revolucionario, que el Papa Francisco haga tales declaraciones (que no son novedosas, lo novedoso es que lo haga el Papa). Se está reacomodando el poder en el mundo en favor de los pobres, y el Vaticano está asegurando su influencia en el poder futuro, necesita mantener su poder. ¡Qué bien lo hace el Papa Francisco, qué mal lo hacía Benedicto XVI, por eso lo quitaron!

Sí, dan ganas de hacerse católico, pero es racional decir no. Ya lo dice Mateo en la Biblia: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?”

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